domingo, 3 de enero de 2016


Abraham explicó que hacía mucho tiempo que me ofrecían esos bloques de pensamiento, pero como yo trataba de seguir las instrucciones de Theo al pie de la letra —concretamente, «cuando tu mente se relaje, lo cual hará al cabo de unos minutos, libera tus pensamientos y concéntrate en tu respiración»— tan pronto se iniciaban esos pensamientos yo los liberaba rápidamente y me concentraba de nuevo en mi respiración.
Supongo que el único medio que tenían para lograr que yo reparara en ellos era hacer que mi nariz trazara unas letras en el aire.
Abraham dice que esas maravillosas sensaciones que sentí a través de mi cuerpo cuando me di cuenta de que trazaba unas letras en el aire se debía a la alegría que experimenté al percatarme de nuestra conexión consciente.

Nuestro proceso de comunicación evolucionó rápidamente durante las semanas sucesivas.
Dibujar letras en el aire con mi nariz era un proceso muy lento, pero Jerry estaba tan entusiasmado con esa fuente de información clara y viable que a menudo me despertaba en plena noche para formular preguntas a Abraham.

Pero una noche, inopinadamente, sentí una sensación muy intensa que fluía a través de mis brazos, mis manos y mis dedos.
Estábamos acostados en la cama viendo la televisión y mi mano empezó a golpear el pecho de Jerry.
Mientras mi mano seguía golpeándole, sentí la imperiosa necesidad de sentarme ante mi máquina de escribir IBM Selectric.
Cuando apoyé los dedos en el teclado, mis manos empezaron a moverse rápidamente sobre las teclas, como si alguien hubiera descubierto de repente la utilidad de esta máquina de escribir y el lugar que ocupaba cada tecla.
Mis manos empezaron a escribir: cada letra, cada número, una y otra vez.
Y las palabras empezaron a cobrar forma sobre el papel:
«Soy Abraham.
Soy tu guía espiritual.
He venido para trabajar contigo.
Te amo.
Escribiremos juntos un libro».

Comprobamos que cuando yo apoyaba las manos sobre el teclado me relajaba, como ocurría durante la meditación, y que Abraham (al que en adelante llamaremos «ellos») respondía a cualquier pregunta que formulara Jerry.
Fue una experiencia asombrosa.
Eran seres increíblemente inteligentes, amables y accesibles.
Siempre estaban dispuestos, a cualquier hora del día y de la noche, a conversar con nosotros sobre el tema que quisiéramos plantearles.

Una tarde, mientras circulábamos en coche por una autovía de Phoenix, sentí una sensación en la boca, el mentón y el cuello semejante a la que experimentamos cuando vamos a bostezar.
Era una sensación muy intensa, hasta el punto de que no pude reprimirla.
Entonces tomamos una curva entre dos camiones gigantescos, que parecía que iban a invadir nuestro carril al mismo tiempo, y durante unos instantes pensé que se nos echarían encima.
Pero de improviso brotaron de mis labios las primeras palabras pronunciadas por Abraham:

—¡Tomad por la próxima salida!

Pedid Que Ya Se Os Ha Dado.
Como aprender a manifestar sus deseos.
Abraham.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.