jueves, 28 de noviembre de 2013

«Voy a sumergirme en un mar de contraste, y de él nacerán más ideas».



No viniste a esta experiencia física con la intención de hacer una selección de todas las ideas que existen para que todo el mundo las aceptara. 
De hecho, tu intención era justo lo contrario. 
Dijiste: «Voy a sumergirme en un mar de contraste, y de él nacerán más ideas». 
Entendías que tu expansión gozosa nacería de la diversidad.
Aunque todos queráis sentiros bien, como veis tantas formas de actuar que no os gustan, es fácil llegar a la conclusión de que para que os sintáis bien tenéis que influir en la conducta de los demás o intentar controlarla.
Pero en vuestro intento de controlarla (a través de la influencia o la coacción), descubrís que no sólo no podéis hacerlo, sino que la atención que les prestáis trae más personas similares a vuestra experiencia.
Vuestra sociedad actual está librando una dura batalla contra las drogas ilegales, contra la pobreza, contra la delincuencia, contra los embarazos en la adolescencia, contra el cáncer, contra el sida, contra el terrorismo... y todas esas cosas no hacen más que aumentar.
Simplemente, no podéis llegar a donde pretendéis controlando o eliminando lo que no deseáis.
¿Y quién de vosotros es el que ha de decidir qué forma de vida es la «correcta»?
¿Es el grupo más grande el que está en posesión de ese conocimiento», o es el que tiene mayor capacidad de destrucción de sus adversarios?
¿Tienen los pobres la respuesta?
¿La tienen los ricos?
¿Qué religión es la «verdadera»?
¿Qué forma de vida es la «correcta»?
¿Está bien tener hijos?
¿Cuál es el número adecuado?
¿Y si una mujer tiene hijos, es apropiado que piense en otras cosas?
¿Puede tener una carrera, o está obligada a no pensar en nada más que en sus hijos?
¿Cómo debería un hombre tratar a su esposa?
¿Cuántas mujeres debería tener?

El Vórtice.
La ley de la atracción en nuestras relaciones.
Abraham.

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