martes, 23 de febrero de 2016



CAPÍTULO CUATRO

Sara se detuvo en el puente de la calle Mayor, para comprobar si el hielo que cubría el río tenía el suficiente grosor para atravesado a pie. 
Vio unas pocas aves posadas sobre el hielo y las huellas de un perro grande en la nieve que lo cubría, pero observó que la capa de hielo aún no era lo bastante gruesa para soportar su peso, cargada como iba con su pesado abrigo, sus botas y su voluminosa cartera llena de libros.
Más vale que espere un poco, pensó mientras contemplaba el río helado a sus pies.
Asomada sobre el hielo, apoyada en la herrumbrosa barandilla que creía que había sido instalada allí para su uso y disfrute, sintiéndose mejor de lo que se había sentido en mucho tiempo, Sara decidió quedarse un rato admirando el espléndido río.
Depositó la cartera a sus pies y se apoyó contra la herrumbrosa barandilla de metal, su lugar favorito.
Descansando apoyada en la barandilla, disfrutando del paisaje, Sara sonrió al recordar el día en que el camión cargado de heno del señor Jackson transformó una parte de la vieja barandilla en un magnífico observatorio, cuando el señor Jackson pisó bruscamente el freno en la carretera húmeda Y helada para evitar atropellar a Harvey, el perro salchicha de la señora Peterson.
Todos los habitantes de la población comentaron durante meses el episodio, recalcando la suerte que había tenido el señor Jackson de que su camión no se precipitara en el río.
A Sara le chocaba la manía que tenía la gente de exagerar las cosas y hacer que parecieran mas serias de lo que eran en realidad.
Si el camión del señor Jackson se hubiera precipitado al río, la situación habría sido muy distinta.
Estaría justificado el follón que se había armado.
O bien si el señor Jackson se hubiera caído al río y se hubiera ahogado, habrían tenido motivos de hablar sobre el asuntó. Pero el señor Jackson no se había caído al río.
Por lo que sabía Sara, no había ocurrido nada grave.
El camión no había sufrido daños.
El señor Jackson tampoco se había lastimado.
Harvey se había llevado un buen susto y su dueña no lo dejó salir de casa durante varios días, pero no le había pasado nada.
A la gente le gusta preocuparse porque si pensó Sara.
Pero le entusiasmó descubrir el nuevo observatorio sobre el río.

El Libro de Sara.
Abraham.

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