lunes, 21 de octubre de 2013

Las premisas incorrectas o la inestabilidad que sufren la mayoría de las personas se debe siempre, sin excepción, a que les preocupa más lo que piensen de ellas los demás que lo que piensan de sí mismas.



Las premisas incorrectas o la inestabilidad que sufren la mayoría de las personas se debe siempre, sin excepción, a que les preocupa más lo que piensen de ellas los demás que lo que piensan de sí mismas. 
Así que con el tiempo, al relacionarse con muchas otras personas (que también quieren sentirse mejor y que han
enseñado a quienes las rodean a comportarse de manera que las haga sentirse mejor temporalmente; es decir, «No te complazcas a ti, sino a mí», o «No te atrevas a ser egoísta y a buscar tu gratificación, sino la mía»), han perdido el contacto con su propia Guía y se han ido alejando más y más de quiénes-son-realmente.
Por eso, a medida que pasa el tiempo se sienten cada vez peor, y llegan a conclusiones erróneas, una tras otra, hasta que se pierden por completo.
Parece lógico que el hecho de darte cuenta de esas falsas premisas aclare las cosas y vuelva a conducirte al sendero del Bienestar.
No obstante, cuando te encuentras en medio de una falsa premisa, concentrado en sus resultados, sueles estar tan inmerso en su Vibración —por consiguiente, atrayendo más de lo mismo— que no puedes ver su falsedad inherente.
No te parece falsa cuando tu vida sigue desarrollándose de la forma que «creías» que iba a hacerlo.

El Vórtice.
La ley de la atracción en nuestras relaciones.
Abraham.

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